Opinión

Sename: hoy es tiempo de la acción

Por: Diario Concepción 01 de Agosto 2017
Fotografía: Diario Concepción

Por: Salvador Lanas Hidalgo
Director académico Escuela de Liderazgo
Universidad San Sebastián

Sería necesario recurrir al genio semántico de Nicanor Parra para encontrar el término adecuado que exprese en toda su fatalidad la realidad que han vivido  los niños de Sename. La tragedia tiene sinuosidades inimaginables. Es una herida abierta en el corazón de la mayoría de los chilenos. El número 1313 es una metáfora espeluznante de los alcances de la tragedia y quedará grabado en el alma del país.

He querido dejar pasar un tiempo para que el análisis tenga  la prudente racionalidad que se requiere. El tema se ha sabido en su magnitud gracias a los medios de comunicación, poder espiritual del Chile de hoy. Precisamente el punto cúlmine de esta realidad  fue expuesto por René Saffirio  con toda crudeza en el programa “Tolerancia Cero”. Su conclusión contiene una verdad devastadora y debiera haber paralizado al país. A modo de corolario final, el diputado hace una reflexión y un llamado elocuente “La figura del Presidente Aylwin se engrandeció enormemente cuando, emocionado, le pidió perdón al país por las violaciones a los derechos humanos en dictadura. Yo creo, y se lo digo a la Presidenta, que una violación de derechos humanos en democracia y además cuando se hace a un  niño o incluso de un lactante, es lejos mucho más grave que una violación de derechos humanos en dictadura”. ¡Qué gran oportunidad para que el Estado chileno y sus instituciones recuperaran su prestigio!

Y cuando uno esperaba que se decretara estado de catástrofe moral y espiritual por los niños de Chile, asistimos al triste espectáculo de personeros de distintos poderes del estado emitiendo deplorables declaraciones dejando en las sombras lo realmente importante. Por favor, en nuestra cultura un niño vale más que la honra supuestamente mancillada de algún clan familiar; una niña (su vida y su dignidad) vale más que los valores y los principios que esgrime algún grupo determinado e incluso alguna institución. Un niño no se sacrifica o se inmola para aplacar a los dioses. Un niño es una persona, pero una persona inocente que necesita protección y que tiene el derecho inalienable de tener una madre y un padre y vivir en el seno de una familia, para que se desarrolle con afecto, cuidados y educación. Y cuando ello no es posible, el Estado tiene la obligación de salvaguardar sus derechos  y jamás vulnerarlos.

Hoy es el momento de la acción, de acabar con este flagelo. Después vendrá el tiempo del imperativo moral de exponer las causas profundas de que en Chile suceda algo semejante. Finalmente, así como el poder civil ha tenido una gran oportunidad para estar a la altura de su responsabilidad y un acuerdo nacional urgente debiera apuntar hacia ello, el mundo eclesial puede vivir un tiempo de redención en pos del bien de los niños del país. Y puede poner el inmenso poder temporal que tiene a lo largo de todo Chile para que no exista un solo niño desamparado. Si a eso se añade además  la reserva moral de su doctrina -fundante de la cultura- el bien logrado será un ejemplo para el mundo. Y así podrán “fluir como agua la justicia y la rectitud como un manantial inagotable”.

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