Editorial

El desafío de recuperar el histórico liderazgo de Concepción y la Región del Bío Bío

Por: Editorial Diario Concepción 14 de Octubre 2017
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

Es indesmentible que parte importante de la identidad penquista nace desde una mirada de alteridad. Desde su fundación, la ciudad de Concepción se ha definido a sí misma en función de su comparación con Santiago, desde la posición del desfavorecido, desde la conciencia de sufrir más y obtener menos a cambio. Un paradigma, por lo demás, fuertemente anclado en la realidad. La muralla y la espada de Penco contuvieron la Guerra de Arauco muy lejos de Santiago, que se pudo desarrollar gracias a la seguridad que éste le proveyó. Pero el muro tenía grietas y Concepción pagó con sangre. A las múltiples destrucciones que sufrió la ciudad durante sus primeros 150 años a manos de la resistencia mapuche, hay que sumarle otro flagelo que la azotó con particular violencia: los terremotos de 1570, 1657, 1730, 1751, 1835, 1939, 1960 y 2010, casi todos ellos de la mano con tsunamis que asolaron las costas de la Región.

El clima menos benigno, la guerra, la indómita naturaleza, parecieron forjar la resiliencia en el carácter del penquista, así como su naturaleza levantisca y poco tolerante ante las actitudes soberbias propias del centralismo. La primera mitad del siglo XIX abundó en ejemplos en que Concepción le levantó la voz a Santiago. Recordemos a Rozas movilizando a las tropas penquistas, tras haber sido marginado del poder en un proceso en el que el cabildo de Santiago dejó fuera a las provincias; la insurrección de Freire y el Ejército del Sur contra O’Higgins, y luego contra el triunvirato designado por la aristocracia santiaguina; y la fracasada tentativa de golpe de estado del candidato presidencial penquista José María de la Cruz, tras la elección de 1951, que llevó a la Pencópolis a levantarse en armas por última vez contra Santiago. Su derrota puso término al estatus de potencia militar que nuestra ciudad mantuvo durante tres siglos.

Concepción fue un actor protagónico de la política nacional sólo en la medida que lo respaldaron las armas y su condición de capital militar. Sin embargo, a contrario sensu, la pérdida de su preminencia político-militar no supuso mayor drama para la zona (exceptuando, por supuesto, las víctimas de la guerra civil de 1851), pues a lo largo de toda la historia de la Pencópolis, cuando más destacó en las armas, más deficitaria fue su economía.

Un ejemplo claro de esto fue el período de paz que se vivió en la segunda mitad del siglo XVIII. Ni siquiera el terremoto de 1751 ni el traslado de la ciudad a su emplazamiento definitivo en el Valle de la Mocha pudieron frenar el gran salto económico que se produjo en la provincia, primero con el aporte tecnológico en la agricultura de los jesuitas, y después, con el tremendo dinamismo que inyectaron en la economía los empresarios vascos que llegaron a la zona, con su visión mercantil moderna y entusiasta. Toda esta etapa de auge se vería interrumpida por el proceso de la Independencia y el titubeante inicio de la vida republicana, procesos -por cierto- muy enriquecedores desde la perspectiva política, pero nefastos desde el punto de vista económico, en particular para la provincia de Concepción, la más afectada por la guerra.

Hoy corren buenos tiempos para Concepción y la Región del Bío Bío: los lazos recientes público-privados forjados con la pujante provincia china de Hubei, o el notable Clúster de Energía desarrollado esta semana, que congregó una impresionante cantidad de actores del sector(ver especial de Economía), dan cuenta de una nueva etapa para una región ávida de recuperar su sitial y preponderancia en el concierto nacional. Porque hoy no hay mejor arma para ser líderes que las buenas ideas cuando se ejecutan bien con todas las voluntades apuntando al mismo norte.

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