Editorial

Falencias previas en postulantes a la educación superior

Por: Editorial Diario Concepción 06 de Junio 2017
Fotografía: Archivo COPESA

La propuesta de la reforma educacional, o lo que se logre salvar de ella, ha dejado entre otro cúmulo de asuntos, antecedentes que debieron haber sido parte de la discusión inicial. Inmersos en las practicalidades de la gratuidad, se postergó el concepto de calidad, por tanto ha sido más rápido el proceso de facilitar la entrada de jóvenes a la universidad que resolver el destino de su trayectoria académica.

Se ha demostrado, por todos los medios posibles, la existencia de una brecha en cuanto a los logros de los estudiantes chilenos, estrechamente asociados al factor socioeconómico, en relación poco menos que lineal, datos duros de aceptar pero que están allí para el que quiera examinarlos. En términos coloquiales, esa condición previa de bagaje de conocimientos como soporte para aprendizajes de mayor complejidad, que se entiende como la base del estudiante, de efectos claramente apreciables si ésta es buena o mala.

En razón de lo anterior, es crítico lograr que la fuerte inversión en recursos del Estado para financiar la gratuidad de los estudios superiores de miles de jóvenes, se justifique, no solo en términos económicos, por significativos que sean, sino para no crear expectativas que no puedan cumplirse, por la incapacidad de muchos de estos estudiantes para tener éxito debido a la mala base en su formación básica y media.

En opinión de Simon Marginson, director del Centre for Global Higher Education de la University College de Londres, es difícil crear un sistema universitario de primera clase si antes no hay un buen sistema escolar en todo el país, aludiendo a los excelentes resultados en la prueba internacional Pisa de estudiantes cuyos países tienen políticas fuertemente orientadas a la calidad en los niveles escolares previos al superior, citando como casos emblemáticos a Finlandia y Alemania.

En el concierto latinoamericano, Chile se encuentra en buena posición, pero no alcanza, por lejos, los rendimientos escolares de países como los aludidos o aquellos de jóvenes de los colegios del Asia-Pacífico, que han puesto en esos grupos un indudable énfasis, al entender, como se sabe de hace mucho, que los niveles más infantiles, preescolar y los primeros años de colegio, están en la etapa más crucial, ya que es durante este período que los niños en aprenden mejor y con más rapidez.

La nueva carrera docente es promisoria para acercarse a metas más ambiciosas, dado el papel fundamental que desempeñan los profesores, por tanto son ellos, en la última línea, sobre los cuales recae la responsabilidad más inmediata, como mentores de los aprendizajes, como apoyo al autoaprendizaje de los estudiantes y como inductores de cambios favorables en la actitud de padres y apoderados en este período crucial.

Se trata de no olvidar que es necesario asegurar la calidad de la educación, es decir cuánto efectivamente aprenden las personas y cómo ese aprendizaje influye sobre su futuro desempeño. En este caso en particular, de no cuidarla, los fracasos y las frustraciones pueden llegar a tener más impacto en los jóvenes que la oportunidad de llegar a la universidad.

Es uno de los eslabones más débiles de una reforma es que no ha considerado esa base previa, no aquilatar debidamente las diferentes competencias de jóvenes con falencias en cuanto a los requeridos aprendizajes previos, tarea pendiente que debe acometerse al más breve plazo.

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