Ciudad

La escuela y el hambre: El pan escolar

Por: Diario Concepción 16 de Septiembre 2017
Fotografía: Archivo

La pobreza de los escolares y la indiferencia del Estado motivaron que en distintas ciudades se desarrollaran acciones para satisfacer esa primera necesidad de los niños en sus establecimientos.

Por: Prof. Laura Benedetti Reiman

Departamento de Historia/ subdirectora Programa de Investigación Histórica en Estudios Regionales.

El sistema educativo público irrumpió en la escena nacional con la vida independiente, siendo su principal objetivo moralizar y civilizar a través de la instrucción. La escuela se transformó en un espacio que permitió la unión de lo público y lo privado; el objetivo del Estado chocó con la realidad: la asistencia de los niños era irregular.

El siglo XX se inició con la agudización de los problemas sociales: aumentó el número de pobres en los espacios urbanos, hombres mujeres y niños recorrieron las calles empleando distintas estrategias para sobrevivir; la élite miró con horror la vida del conventillo, los niveles de mortalidad infantil remecieron la conciencia de las damas de la élite y de los médicos, motivándoles a fundar obras de filantropía y se estableció la importancia social de la escuela: “ abrir escuelas es cerrar cárceles”.

Ahora, ¿por qué el niño pobre no va a la escuela?  No era sólo la ignorancia de los padres, sino  que su condición de pobre le aleja de ésta. En 1906 la médico Eloísa Díaz, publicaba “La alimentación de los niños pobres en las escuelas públicas”, dando cuenta, que un elemento clave para la incorporación y mantención de los niños en las escuelas era la necesidad de entregar alimentación, subsanando las precarias condiciones de vida que ya eran conocidas; era la miseria del hogar la que impedía satisfacer la necesidad de alimentación, lo que se tradujo en el estado de salud del niño pobre: “la miseria fisiolójica”, condición que fue confirmada en la ciudad de Concepción por los médicos Samuel Valdivia,  René Ríos, Enrique Pacheco y Daniel Prieto.

La pobreza de los escolares, la indiferencia del Estado en materia de educación e infancia, motivó que en distintas ciudades del país se desarrollaran acciones para satisfacer el hambre del escolar chileno, tomando como ejemplo las cantinas escolares francesas; así el 15 de octubre de 1917 la prensa daba cuenta del funcionamiento de “El pan escolar” en Concepción, que inició sus acciones en junio, gracias a la colaboración de los vecinos de los barrios donde se  emplazaban las escuelas públicas: superior Nº39, escuela Nº1 y 11 de hombre, escuela Nº 15 y 10 de mujeres entre otras, proporcionó “alimento y vestuario para los escolares indigentes”, contabilizándose a 395 niños beneficiados con el desayuno diario,  “una taza de café con un pan, alternado con un ulpo caliente de harina de trigo, todo bien confeccionado” el primer año, luego se sumó la distribución de almuerzos para aquellos alumnos cuya pobreza y lejanía del hogar lo impedían. El accionar de “El pan escolar” no se limitó a la alimentación y el vestuario; la problemática de la salud fue también parte de su accionar en un contexto preocupado por el desarrollo de las “enfermedades sociales”.

“El pan escolar”, permitió la satisfacción de las necesidades más elementales de la infancia escolar pobre penquista, la que quedó obligada a asistir a la Escuela con la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria (1920), iniciando una etapa más compleja en su funcionamiento, sumando más adeptos, pero demostrando que el tema de la infancia y de la alimentación eran una problemática que no podía funcionar sólo a través de la filantropía.

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