Señor Director:
Desde el preciso momento en que surgen voces criticando el millonario costo total que tendría la visita del papa Francisco a Chile, sumados a los numerosos conflictos que permanecen sin resolver en la iglesia chilena, el Obispo Barros, secuelas del caso Karadima, curas pedófilos sin castigo terrenal, entre otros, demuestran cuán diferente era el Chile que recibió en 1987 a Juan Pablo II.
Recordemos que los temas de la paz con Argentina y la vuelta de la democracia eran los que ordenaban su agenda, aunque vale decir que igual se cometían abusos sexuales por curas para esa fecha, que lamentablemente no tenían la connotación pública de hoy.
De seguro todos los chilenos católicos, esperan más que las opiniones y las oraciones de Francisco, más bien requieren sus decididas acciones, en bien de nuestra convulsionada Iglesia y en total concordancia con las palabras originales de quien la materializa y murió crucificado en el Gólgota. Amén.
Luis Enrique Soler Milla