Carta al director

Quo Vadis Brutus?

Por: Diario Concepción 27 de Septiembre 2017

Señor Director:

Soy un convencido que la brutalidad es una característica intrínsecamente humana. Algunos animales que ejecutan acciones brutales (sin considerar a los seres humanos), no son brutos o actúan brutalmente per sé. Son como son ya que está en su naturaleza de depredadores, de carroñeros o de parásitos (entre las innumerables relaciones descritas entre organismos).

Echando un vistazo a la historia universal y a nuestra historia local, cada vez me convenzo más que el gen de la brutalidad en nuestra especie probablemente sea un gen dominante, atenuado con mayor o menor efectividad por nuestros hábitos gregarios y las relaciones sociales convenidas entre los integrantes de los distintos grupos de seres humanos que pululan sobre el planeta. Así como existen condiciones que atenuarían la expresión de conductas brutales, como el amor, la compasión o la empatía; existen otras condiciones que promoverían la brutalidad verbal o física, como lo es el ejercicio del poder en todas sus formas.

Aunque en el lapso de un día pensamos muchas brutalidades, nuestras mochilas culturales o nuestras historias de vida particulares y nuestro entorno social, hacen que verbalicemos una pequeñísima fracción de dichos pensamientos (las que por lo general son criticadas por nuestros congéneres) y una fracción aún más pequeña llegan a transformarse en actos que, por lo general, ilustran portadas noticiosas de medios de comunicación.

Pero cuando los seres humanos nos sentimos con y ejercemos el poder, la tasa de brutalidades que pensamos, decimos y hacemos aumenta dramáticamente. Un ejemplo extremo de ello son las fuerzas armadas de cada país, donde se promueve, fomenta y profesionaliza la brutalidad y la vemos en su máxima expresión cuando esos grupos de seres humanos entran en acción en guerras contra “enemigos” externos o internos. Nuestra historia avala lo que digo.

En períodos pre-eleccionarios donde muchos candidatos provienen desde esferas de poder de distinta naturaleza (política, económica o religiosa), es habitual escuchar declaraciones brutales de distintos calibres, que a veces sorprenden, otras dan risa.

En la edad del antropoceno que nos toca vivir en esta comarca subdesarrollada, los criterios neoliberales de crecimiento económico a ultranza e individualismo in extremis, han sido el caldo de cultivo ideal para la gestación, proliferación y desarrollo de brutalidades de distinta magnitud como las AFP’s, las Isapres, el sistema educacional desde la sala cuna hasta los centros educacionales superiores, amplios aspectos de la institucionalidad ambiental, las políticas de migración, las políticas respecto de pueblos originarios, las políticas respecto de la infancia y juventud, las políticas de descentralización, el Transantiago o el puente Cau-Cau, entre innumerables otras brutalidades que diariamente transmite nuestra embrutecedora televisión pública.

Confío que las variadas expresiones de humanidad que se desarrollan fuera de las esferas de poder, alguna vez terminen por permear y transformar las brutalidades, intelectuales y de facto, que se perpetran al amparo del poder. El que eso ocurra dependerá de que no seamos tan brutos a la hora de elegir a nuestros representantes. Difícil tarea.

 

 Marcelo Saavedra Pérez, Biólogo

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